miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Y después de Copenhague….?

Después de lo visto y vivido en Copenhague, creo que queda claro que un consenso mundial es harto imposible. Tal vez, se hayan puesto de manifiesto más que nunca, las limitaciones de las Naciones Unidas como ente decisor de acuerdos complejos.

Hay que reconocer también, que en Copenhague el último acuerdo firmado in extremis por EEUU y China, revela que el liderazgo de la UE debe ser mas explicito en esa clase de encuentros.

Tal vez por ello, y fuera de la cumbre, hoy más que nunca desde la UE se nos habla de descarbonizacion y de corredores verdes. Pero al margen de lo sucedido, la sociedad civil, las empresas, las regiones e incluso algunos estados por cuenta propia y siguiendo el protocolo de Kioto apuestan por la preservación del medio ambiente y lanzan medidas. De lo que se trata, y todos somos conscientes, es de reducir urgentemente las emisiones de Co2 y todos en ese camino podemos contribuir de algún modo.

En el entramado que supone la lucha contra el medio ambiente, el transporte a menudo es fuente de comentarios. La agencia europea del medio ambiente señalaba en su informe de 2007 que entre 1990 y 2003, las emisiones de CO2 provenientes del sector agrícola y de producción de energía habían disminuido en Europa entre 1990 y 2003 mientras que las derivadas del transporte terrestre habían aumentado un 21%. Ante esta situación solo cabe la actuación.

Así, recientemente el World Shipping Council que representa el 90% de la actividad mundial de contenedores, ha anunciado su propuesta a la OMI (Organización marítima internacional) para reducir las emisiones de CO2, imponiendo una tasa a las navieras menos eficaces en términos de consumo de carburante. La recaudación de dicha tasa ira a un fondo gestionado por la OMI y se destinara a financiar la investigación y las iniciativas a favor de la reducción de emisiones de CO2.

Del mismo modo, organizaciones como la IRU (Organización Mundial del Transporte por Carretera), y la IATA (Asociación Internacional del Transporte Aéreo) se muestran comprometidas con el tema y se comprometen a reducir en unos años sus emisiones de CO2, sin llegar sin embargo a proponer una iniciativa tan concreta como la de la OMI. A nivel privado y en lo que a transporte se refiere, empresas como DB Schenker, Bosh, IKEA o Procter and Gamble entre otras, coinciden en la idea de que la eficiencia económica y medioambiental no son contradictorias y una gran parte de la reducción de gastos experimentada por sus empresas han sido debidas a la presión para reducir su impacto medioambiental.

La Unión Europea que en Copenhague ha tenido un papel discreto, apuesta últimamente y de forma contundente por la descarbonizacion sobre todo del transporte por mercancias, por los corredores verdes.
De acuerdo con la definición comunitaria los corredores verdes son un concepto de transporte integrado donde el Short Sea Shipping, el ferrocarril, las vías navegables interiores y la carretera se complementan para permitir la elección de un transporte respetuoso con el medio ambiente. El concepto de verde o ecológico en un corredor puede identificarse en diferentes aspectos: el cambio a un corredor mas corto que el habitual, la utilización de energía limpia a través del corredor (por ejemplo energía hidráulica en trenes o H2 para la carretera), que se trate de un corredor multimodal que permita utilizar el modo de transporte mas económico (internalizacion de costes externos), imponiendo el uso del modo de transporte mas ecológico (por ejemplo prohibiendo el transporte por carretera en un tramo) o que se trate de corredores intermodales que permitan el cambio entre los diferentes modos de transporte.
Para el desarrollo de dichos corredores, no se trata a corto plazo de crear nuevas infraestructuras, sino la optimización de las existentes través de la innovación, el intercambio de información y la comodalidad. Estas acciones no requieren un esfuerzo económico excesivo y pueden ser muy efectivas a la hora de reducir las emisiones de CO2, actuando por ejemplo sobre la política de precios, el control de la velocidad, la gestión del trafico, la integración en la política RTE-T o los proyectos de demostración (el caso sueco entre el puerto de Gothemburgo y Scania es ejemplar)

A nivel estatal, si en España se ha lanzado la tímida ley de Economía Sostenible, nuestros vecinos franceses se encuentran sin embargo en pleno debate (mucho mas vanguardista) sobre la tasa carbono. Se trata de un impuesto medioambiental cuyo principal objetivo es reducir las emisiones contaminantes haciendo pagar a los que contaminan en función de sus emisiones. El impuesto aumenta de forma proporcional el precio final del producto, según hayan sido las emisiones necesarias para fabricarlo. ¿Cuánto cuesta 1 tonelada de CO2? En un principio este ha sido fijado a 17€, lo que equivale a aumentar en 4, céntimos el litro de gasolina y de 0,4 céntimos el Kwh. de gas. Para tener una idea, un litro de gasolina emite mas o menos 700 gramos de CO2, y un francés de media cada año emite 8 toneladas de CO2. Dicho impuesto favorece de este modo el consumo de productos que emiten menos dióxido de carbono y en paralelo existe además un sistema de compensación y así, los consumidores se verían recompensados por un cheque verde.

Haga lo que puede, con lo que tenga, donde esté, decía Theodore Roosevelt.
Si todos y todas, fuésemos capaces de modificar nuestra actitud, de mejorar nuestro comportamiento, con pequeños gestos cotidianos, probablemente conseguiríamos grandes avances en la consecución de un acuerdo global, en materia medioambiental.


Virginia Gil
Directora de la PLAE

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