jueves, 21 de octubre de 2010

PEQUEÑA REFLEXIÓN SOBRE DESARROLLO SOSTENIBLE

Hace unos meses escuchaba en un foro la siguiente reflexión: “¿Hasta que punto es sostenible un transporte desde China? ¿Sabemos cuanto contamina? ¿No sería más sostenible producir más cerca?

Y fue la misma persona que había planteado la pregunta, que respondió lo siguiente: “Tal vez no sea realmente sostenible pero no cabe duda que es económicamente rentable. ¿Por lo tanto, donde acaba y donde empieza nuestra preocupación por la sostenibilidad?”
Creo que en cierto modo no le faltaba razón.

No es sostenible un sistema económico basado en la máxima producción, consumo y explotación ilimitada de los recursos. Tenemos un planeta, con recursos limitados, y debemos concienciarnos en compatibilizar su explotación racional con una mejora de las condiciones de vida.
Las características del desarrollo sostenible son varias, pero me quedaría con tres afirmaciones. Un desarrollo sostenible busca la manera en que la actividad económica mantenga o mejore el sistema ambiental, usa los recursos eficientemente y promueve la autosuficiencia regional.

Y creo que este último punto puede dar mucho que hablar, teniendo en cuenta la circulación ininterrumpida de las mercancías, que a veces incluso se cruzan de forma absurda en las carreteras, en los océanos.
Comemos carne de Argentina, pescado de Chile, kiwis de Australia y langostinos de Groenlandia. Nos vestimos con ropa fabricada en China, Turquía o Marruecos. Tenemos un amplio abanico donde escoger.
La cara oscura de esta cuestión son las caravanas de camiones, o los numerosos portacontenedores que transitan por mares y océanos.
Y en ese sentido, todos y cada uno de nosotros somos partícipes de esto ya que en gran medida se transporta la mercancía que posteriormente consumimos. Esto sin contar que con la política de flujos tendidos, muchas veces el verdadero almacén de una empresa no es otro que el camión o el propio barco.
¿En qué medida es esto razonable?
Cierto que garantiza unos precios bajos o muy bajos que benefician al consumidor, pero el precio indirecto a pagar es alto, muy alto: desde las congestiones de carreteras, hasta la contaminación de los mares, accidentes de tráfico, etc).
¿Es necesario por ejemplo que un producto recorra 15 o 20.000 kilómetros para que podamos consumir algo que se ha podido fabricar a nivel local?

Un cambio de mentalidad es difícil pero necesario. Será lento pero creo que todos y cada uno de nosotros debería concienciarse, debería detener por un momento su ajetreado modo de vida y pararse a pensar. Porque todos y cada uno de nosotros somos cómplices en este asunto. No acusemos entonces al camión de contaminar, al barco, al transporte en general.
Porque creo que la problemática es mucho más compleja y que nos debería hacer reflexionar a todos.

Virginia Gil
Directora PLAE

No hay comentarios:

Publicar un comentario